viernes, 24 de diciembre de 2010

Propósitos de Año Nuevo...

Dicen que lo que haces el primer día del año es lo que harás el resto del año.

El uno de enero de 2010 seguramente estaba haciendo las maletas, preparándome a despedirme de todos una vez más para continuar mi vida en Francia. Volvía a hacerlas para irme a Bélgica, Berlín y para de nuevo volver a la realidad de mi verdadero hogar. Y otra vez para Portugal, Madrid, casa de nuevo, Granada, Madrid, Sevilla, Madrid otra vez, Lyon, Madrid, casa, Madrid, casa... y mañana tendré que volver a hacerlas para Irlanda. Lo irónico es que el uno de enero de 2011 también estaré haciendo maletas, de lo que deduzco que me espera un 2011 movidito...

Algunos años he dedicado las noches de navidad a confeccionar mi lista de propósitos de Nuevo Año, al año siguiente comprobaba como había alcanzado la mayoría de mis metas. Este año mi intención era la misma, pero simplemente no puedo hacerlo. Por primera vez en mi vida no sé qué quiero.

No sé si quiero acabar la carrera y ponerme a trabajar y crear mi vida en Madrid. O irme a hacer un máster a Francia. O quedarme en España a hacerlo. O coger cuatro cosas e irme de auxiliar de conversación a Francia, Inglaterra, Alemania o Brasil. O sin nada más que yo misma irme a forjar mi futuro donde sea sin saber qué va a pasar mañana. ¿Y si no la quiero acabar y quier continuar un año más como este decidiendo qué hacer con mi incertidumbre? El abismo más grande que nunca se haya abierto ante mí.

Lo peor es que nada me ata en ningún sitio, vaya donde vaya tengo la sensación de que todo será difícil, tendré que luchar de nuevo por conseguir todo. Lo único que me ata está justo donde sé que no quiero estar y aunque llevo años luchando por ello, tampoco hay nada que aquí y ahora me ate. Incertidumbre...

Supongo que cuando llegue el momento sentiré qué es lo que quiero hacer. Como años atrás cuando no sabía qué hacer con mi futuro y llegó el día en el que no hubo dudas. Pero la espera ante este abismo es dura y nadie en este punto puede decidir por mí y el único consejo que sirve es seguir a mi corazón. Lo malo es que es mi corazón el que está en lo alto de una muralla y no sabe hacia qué lado saltar.

Por eso la única propuesta de Año Nuevo que pido para 2011 es que esté donde esté, con quien esté y haciendo lo que quiera que esté haciendo, que sea realmente lo que mi corazón ha elegido y que al final de año tan sólo pueda esbozar una sonrisa porque sé que estoy exactamente donde mi corazón me dice que esté. Tal y como ocurre este año.

...

"... olvidamos lo que decimos mucho más de lo que escuchamos, lo que escribimos mucho más que lo que leemos, lo que enviamos mucho más de lo que nos alcanza, por eso no contamos apenas con las ofensas que infligimos y sí en cambio con las que sufrimos, y por eso casi todo el mundo le tiene alguna guardada a alguien."

Tu rostro mañana, Javier Marías

lunes, 15 de noviembre de 2010

desahogo #1

Odio esas personas que se creen que todo lo que hacen ellas está bien. Que en ningún momento dan su brazo a torcer, porque, simplemente, ellas tienen razón y el resto no. Esas personas tan asquerosamente perfectas que no ven que más allá de su ego está su propia mierda que sólo ellos están soportando. Esas personas a las que el único modo de aguantarlas es bajar la cabeza y convencerlas de que ellas tienen razón, como si tuvieras que agradecerle su enorme sabiduría que te están transmitiendo. Esas personas que se creen que todo el mundo las admira, que lo están haciendo de puta madre y que su vida es sencillamente perfecta porque ellas son la personificación de la perfección en la Tierra, cuando realmente el mundo está harto de ellas y cada día avanza un pasito en la escala del odio, que lo están haciendo de puta pena, porque son tan mierda como el resto y al final van a acabar tan enmierdados y hundidos como los demás, o incluso más, porque desde alto la caída es más dolorosa.

sábado, 13 de noviembre de 2010

caricias en el cuello

Odio las noches. Bueno, odio algunas noches. Esas noches de fin de semana en las que no tienes nada que hacer y no hay nadie a tu alrededor para saciar las ansias de un abrazo y de una mano acariciando tu pelo. Esas noches en las que sólo aparecen canciones llenas de melancolía haciéndote recordar que, como cualquier otro mortal, tú también necesitas caricias en el cuello.

viernes, 12 de noviembre de 2010

duendecillo

Poco a poco mi duendecillo dejó de involucrarse en mi vida, perdió protagonismo en las cosas que me sucedían. Ahora, prácticamente, prescindo de él. De vez en cuando se da cuenta de que su ayuda es imprescindible y me ayuda, sin darme yo cuenta en la mayoría de las ocasiones. Otras veces le dejo que se acomode tranquilo entre mis libros y pasa allí las horas relajado, sin que nadie le moleste. Alguna vez se ha decidido a hablarme de nuevo. Se sienta sobre una pequeña caja que hay sobre mi escritorio y que alberga los recuerdos de un futuro que nunca existió. Se sienta allí. Sus piernecitas cuelgan en la caja mientras él las mueve creando una extraña danza que se esmera en seguir el compás de una música no marcada y en no equivocarse. Lo veo balancearse sobre sí mismo, agarrando con sus manitas el borde de la caja, mirando fijamente el baile de sus zapatos. Parece esperar el momento para decir algo. Cuando encoge el cuello entre los hombros y su rostro dibuja sin querer una disimulada sonrisa de vergüenza lo miro fijamente para que se percate de mi presencia y de que lo observo con cuidado. Sé que eso lo intimida, incluso le dificulta decir aquello que quiere decir, pero es mi modo de darle pie para que empiece a hablar y él así lo interpreta y acepta. Tras mirar un momento el vacío que se cierne entre las suelas de sus zapatos, levanta lentamente su cabecita ladeándola. Me mira callado. Los labios apretados. Entonces habla. Me conduce hasta el pasado, me recuerda momentos olvidados tan lejanos que para mí es como si nunca hubieran sucedido. Me muestra lo que podía haber pasado. Me muestra el futuro que no existió y que guardo en la misma cajita en la que está sentado. Me chantajea al preguntarme si me olvide de mis mariposas amarillas y al mostrarme como una a una fueron muriendo. Sólo lo hace para desconcertarme, aunque sabe que hace mucho que todo aquello fue olvidado y que muchos de esos momentos ni si quieran son un sueño en mi almohada. Sin embargo, no le impido hablar. Le dejo que continúe con su retahíla. Yo me dedico a escucharlo. Simplemente oigo su vocecita entre suplicante e indignada. Intento seguir sus ojitos brillantes mientras apresurado me habla. Cuando encuentro sus pupilas, lo miro intensamente. Esto provoca que su voz poco a poco se vaya perdiendo y que a sus ojos llegue una pregunta que mi rostro firme y sereno hace callar. Otras veces me canso de su vocecilla impertinente y lo hago callar sutilmente. Con cuidado soplo suavemente hacia su carilla. Atenta observo como ante la brisa cierra los ojitos apretando sus párpados con fuerza, echa para atrás la cabecita seguida de su cuerpecito en un ligero movimiento forzado y sus cabellos se desplazan hacia su nuca. Algunas veces creo que incluso lo he visto sonreír en esos momentos. Luego vuelve a su estado anterior: ligeramente inclinado sobre el borde de la caja de secretos apoyando sus manitas. Tarda un rato en abrir de nuevo los ojitos y dirigir su mirada hacia mí. Espero paciente a que lo haga. No tengo prisa. Cuando lo hace le hablo despacito, con delicadeza, para que no se sienta dañado. Le digo que ahora estamos bien, no nos falta nada. El presente está tranquilo y el futuro poco a poco se está forjando como debe de forjarse, por lo que poco me importa el pasado y el futuro que podía haber generado. Le hago ver que realmente soy feliz, porque lo soy. El presente esta tranquilo y mi última mariposa amarilla a buen resguardo. Parece que lo convezco sólo con mis argumentos, argumentos del presente. Sé que él me puso en el camino, sé que él fue quien cambio el pasado para ponerme en este presente, pero no le reprocho nada. Podía echarle en cara que me abandonó, que me dejó sola, que envió a todas mis mariposas amarillas a las aspas del ventilador impidiéndome salvarlas, que borró mi pasado y me dejó sin futuro, pero no lo hago. Debería reprocharle la poca atención que me ofrece, la ayuda invisible que hace tiempo que no me brinda y que me ha vuelto a dejar sola, pero no lo hago. Tenía que haberlo echado de mi vida en el momento en el que me traicionó, pero no lo hice. Debería odiarlo, pero lo tolero. Simplemente le muestro mi felicidad actual. Realmente soy feliz y quiero seguir con el camino en que ahora estoy andando pase lo que pase. Así que le enseño lo que tengo: felicidad. No le echo nada en cara, no le reprocho nada y le permito seguir dando vueltas por aquí y que me acompañe cuando le apetezca. En cierto modo, le debo lo que tengo aunque en su momento me hizo sufrir. Una vez convencido vuelve a acomodarse entre mis libros y no lo vuelvo a molestar.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Los chicos buenos no salen de fiesta los miércoles

La clave para no desilusionarse es no crearse expectativas. No pienses que el hombre de tu vida va a aparecer de repente en una discoteca. No te va a ver bailar y reír con tus amigas sabiendo en el instante inmediato que eres tú, que eres perfecta, que eres la definición de amor y que sólo de ti se ha enamorado. No se va a acercar, no te va a sacar a bailar, no te va a besar, no te va a coger de la mano para sacarte de la fiesta, no te va a pedir condones, no te va a acompañar hasta la parada de metro más cercana y no se va a despedir con un beso. No esperes llamadas del día siguiente sólo para decir que la noche fue perfecta, que necesita más, conocerte. No os vais a enamorar poco a poco al sabor de las perdices. La clave para no desilusionarse es saber que los chicos buenos no salen de fiesta los miércoles.

martes, 26 de octubre de 2010

Huidas...

Y lo peor de todo, es que incluso siendo consiciente de esa huida de mí misma sin sentido, cuando lo que quiero es quedarme atada a ti, anclada en esta ciudad putrefacta que me agota por momenetos, es que sigo huyendo, no puedo detener mi vida. Puedo, por supuesto que puedo, pero no quiero dejar de hacer planes y precipitar mi vida con el único fin de salir corriendo de aquí, de olvidarte a ti y a todos, de empezar de nuevo una y mil veces para acabar una y mil veces huyendo de mí misma sin huir realmente de nada.

sábado, 23 de octubre de 2010

Huidas

Fue ese el momento en el que se dio cuenta de que todo era una falacia, una quimera creada por su subconsciente para protegerla del vacío que sintió en ese momento en el que se dio cuenta. Sus ganas de huir, su habilidad para coger las maletas y desaparecer, su orgullo volátil de pequeña ave migratoria tan sólo eran un máscara de lo que realmente necesitaba.
Necesitaba esos ojos, esa sonrisa, esas manos y esos brazos sujetándola y aprisionándola en un abrazo que la obligara a quedarse, a echar raíces y a crear su vida allí. Una mera excusa para dejar de huir de sí misma.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

reunir valor

Mirar durante horas tu colorcito verde, leyendo tus silencios mudos en los que los dos cogemos aire con miedo a soltarlo, rellenando con palabras opacas y oscuras una conversación vacía y sin sentido que ni siquiera es capaz de ocultar lo que después de varios meses todavía no me atrevo a confesar y preguntar. Y cuando por fin consiga reunir todo mi valor en un impulso para preguntarte si todavía sigues ahí para finalmente dar cara a la realidad, el gris evanece de lo probable y se lleva todo, dejando aquí un vacío que se llena de ilusiones sin sentido.
Porque no quiero enviar más postales del extranjero.
Corre, olvídame, haz tu vida que yo sigo aquí con la mía. Y si alguna vez miras atrás, sólo sonríeme sin melancolía y sigue viviendo, por favor.

domingo, 22 de agosto de 2010

Tiempo

Mi misión es matar el tiempo y la de éste matarme a su vez.
Se está bien entre asesinos.

viernes, 20 de agosto de 2010

una pequeña parte del mundo...

A los 15 supe toda la verdad, que yo nací para volar.
A los 18 éramos extraños, dos pibes locos de par en par,
luego fue la fiebre de los 20 años, romper con todo...

jueves, 19 de agosto de 2010

Toy Story 3


Segundas partes nunca fueron buenas y cuando se trata de Disney coge aire y las terceras mejor ni mentarlas. Por eso cuando me enteré de que la saga de Buddy tenía una tercera entrega maldije el empeño de Disney por alargar innecesariamente sus grandes éxitos a falta de ideas mejores. La vi igualmente, a pesar de los pesares, no podía resistirme a los encantos de un vaquero, pero eso sí, con pocas esperanzas, dispuesta a pasar un buen momento, pero también consciente de que esos sólo saldrían de tres o cuatro escenas.
Ahora bien, errar es humano y rectificar es de sabios. Me encantó. Sé que veré mil veces la escena inicial con un Maléfico Señor Patata que junto a su perro salchicha con campo electromagnético no se lo ponía nada fácil al vaquero, que a pesar de tener un super dinosaurio devorador de chuchos electromagnéticos necesitaba a su incansable Buzz Ligthyear. Primera sonrisa a favor de la imaginación de un niño incapaz de separarse de sus juguetes.
Sin embargo, el tiempo pasa, los niños crecen, tienen que ir a la Universidad y las madres (vaya usted a saber por qué) se empeñan en vaciar el cuarto y tirar absolutamente todo, todo, todo lo que no esté en el desván. Obviamente, los juguetes con los que lleva años sin jugar van a ir al desván, menos Buddy, el elegido para universitario. No hubiera habido más problema si Andy no hubiera tenido la genial idea de meterlos en una bolsa de basura y la madre, sin mirar qué había en la bolsa, la tiró sin más. Los juguetes, al verse en la basura se escapan y deciden que lo mejor para ellos es la guardería y no saldrán de su empeño por mucho que Buddy intente convercerlos de que Andy los quiere en el desván, así es Buddy, líder innato, incansable aliado de su dueño y mejor amigo.
Acabamos así en una alegre y bonita guardería donde los juguetes están encantado, excepto Buddy, fiel a Andy inicia su huida y acaba en manos de una niña que lo adopta como nuevo juguete. Mientras tanto, en la guardería las cosas no son como parecen y ese lugar tan alegre y bonito está dominado por un dictador mafioso con olor a fresa, un oso amoroso menos amoroso de lo normal. Es el momento en el que el nuestro extraordinario grupo de juguetes se da cuenta de que Andy sí los quiere, una vez más Buddy tiene razón. Sólo queda ponerse manos a la obra para volver a las manos de Andy antes de que se vaya a la universidad.
Nadie duda de que lo conseguirán, aunque las cosas no se las van a poner nada fácil, ni a los juguetes ni a los espectadores que nos dejan con el alma en vilo. Cómo lograrán salir de tantos apuros, os invito a descubrirlo, merece la pena.
Aunque nos faltan grandes personajes de Toy Story, como los prismáticos, el coche de carreras o la pastora, nos regalan muchos otros que merecen una mención, como Barbie que aunque parece tontita a primera vista y en seguida corre a los brazos de Ken, nos demuestra que de tonta no tiene un pelo y no dudará ni un momento en ponerle a su Ken - un metrosexual empecinado en no ser juguete para niñas - las cosas bien claras y en su sitio.
Cuando finalmente llegan a casa Disney nos ofrece una escena final digna de una saga como la que tenemos entre manos, en la que Disney nos muestra una madurez en personajes y juguetes que casi nunca supo tener haciendo una gran guiño a los niños de 20 años que crecimos con Toy Story y como a Andy nos toca decirles "hasta luego" y seguir nuestro camino. Al igual que a Andy, Disney nos ha dado de nuevo nuestra oportunidad de divertirnos y recordar con dulzura nuestra más tierna e imaginativa infancia rodeados de juguetes para que no olvidemos nunca de que aunque ahora estén haciendo felices a otros niños, nuestro juguetes nos hicieron los más felices un día y merecen el trato de los grandes amigos.
Sirva pues esta entrada como despedida y agradecimiento a todos los juguetes que jugaron con nosotros, crecieron con nosotros, comieron con nosotros, vinieron a la escuela con nosotros e invadieron nuestra cama a la hora de dormir siempre con una sonrisa en su rostro. Gracias por enseñarnos a madurar.
Y gracias también a Disney por no destrozar mi película favorita y tan sólo hacer que la recuerde con aún más cariño.

martes, 17 de agosto de 2010

Por favor...

"Por favor... por favor... - suplicó casi de rodillas con lágrimas en todo su cuerpo.- por favor, nunca me lo digas... nunca me digas la verdad."

Lo que dejamos atrás

Recibiré postales del extranjero,
tiernas y ajadas, besos, recuerdos
¿cómo están todos? Te echo de menos.
Cómo pasa el tiempo.

Seremos otros, seremos más viejos
y cuando por fin me observe en tu espejo,
espero al menos que me reconozca,
me recuerde al que soy ahora.

Aquellas manos, aquella mujer,
aquel invierno no paraba de llover,
perdona que llegue tan tarde,
espero saber compensarte.

Estás tan bonita, te invito a un café,
la tarde es nuestra, desnúdame.
Tras el relámpago te decía: "Siempre
recogeré las flores en tu vientre",

Otro hombre dormirá contigo,
y dará nombre a tus hijos.
Ven, acércate a mí,
deja que te vea,
que otras primaveras
te han de llevar lejos de mí.

Vértigo, que el mundo pare,
que corto se me hace el viaje.
¿Me escuchas, me buscarás,
cuando me pierda
y no señale el norte
la estrella polar?

- Caleidoscopio-

domingo, 15 de agosto de 2010

Entre mis miedos y mis sueños

Se llama adolescencia. No es algo malo, quizás es una de las mejores cosas que te puedan pasar. Sentir que no encajas, que este royo no va contigo, que todos te odian, sentir la soledad... es lo mejor para hacerse fuerte, madurar y aceptarse a uno mismo. Somos lo que somos gracias a cómo nos comportamos en este periodo: unos salen fuertes, otros se debilitan y se agarran a él para siempre. El único modo de salir es un golpe.

viernes, 13 de agosto de 2010

Cosas y momentos

La vida se compone de momentos. Hay una cosa para cada momento y un momento para cada cosa. Pero también hay momentos en los que no podemos evitar echar la vista atrás y revolver entre los trapos más descosidos y doloridos del pasado e, inevitablemente, ponernos a destruir lo poco de bueno que pudo haber y culpar, siempre culpar a alguien más. Sin embargo, todo tiene su momento y en esas noches de flaqueza sólo puedes llegar a dormir si guardas esa foto, apagas esa canción y te autoconvences de que la vida se compone de momentos y de que hay un momento para cosa, de este modo, las cosas que no han pasado simplemente esperan su momento, ese que quizás nunca tendrán.

Cualquier comienzo, es un buen comienzo

Llevo meses, quizás años, alargando este momento, y lo peor de todo es que no lo he hecho por falta de tiempo o de ideas, sino por el único ahínco de empezar algo que siento que va a ser grande, o que al menos quiero que lo sea, de una manera grandiosa con palabras tan profundas como bellas.

Pero es una noche de verano, tras una gran tormenta, acurrucada en el sofá con una taza de té en las manos, mirando el libro que estás leyendo, cuando te das cuenta de que lo grande siempre ha sido pequeño desde un principio y que del pensamiento más simple saldrá el más complejo. Y que quizás esa es la mejor noche para empezar...