martes, 19 de junio de 2012

me he perdido

Hace tiempo que ando perdida. Creo que empecé a perderme en junio del 2007 o quizás fue en julio, no sé, pero sé que desde hace dos años no soy yo. Y sé que desde hace un año no tengo nada que ver con lo que un día fui. Los cambios son traicioneros, aparecen así de la nada y si van sin dejar huella, hasta que un día te miras al espejo, miras a tu alrededor y te preguntas dónde estás.

Sé que ya no soy esa chica insegura. La vergüenza no se interpone en mi camino cuando se trata de conseguir algo. Me gusta mi imagen. Me es completamente indiferente lo que alguien pueda pensar de mí. Quizás me he vuelto un tanto descarada.

Muchas veces ordeno mis recuerdos, los desempolvo y los miro con atención. Es curioso como la mayoría de las veces la distancia entre esos momentos y mi yo-presente se ha hecho tan grande que no los recuerdo como míos. Se trata de meras anécdotas, historias que un día ocurrieron, pero no a la chica que ahora escribe esto. Si son buenos, me pueden arrancar una sonrisa, pero los malos no surten en mí efecto alguno. Una mueca, un suspiro…... pero ya no duele más. Algunos incluso se han perdido entre la inmensidad del tiempo pasado, pero ¿sabes qué? Ni me duele ni me importa.
A pesar de ello, muchas noches recupero un trozo de lo que soy, me miro, miro a mi alrededor y me pregunto dónde estoy. Entonces me doy cuenta de que ando perdida o, tal vez, tan sólo se ha perdido una parte de mí.
Luego te miro a ti y tampoco sé dónde estás. Supongo que al igual que yo, andas perdido, creando la distancia entre los recuerdos empolvados. Pero en realidad es muy simple, hemos cambiado.

[julio 2009]

lunes, 4 de junio de 2012

gafas de sol

Muchas veces he deseado, hasta llegar a creerlo realmente, que las gafas de sol me hacen irreconocible. Como una capa de invisibilidad, que alguien llegue y de repente: "¡Uy! Si eres tú, no te había reconocido...".
Aquella tarde en la cafetería yo te esperaba con mis gafas de sol, sentada en una mesa bajo la sombra. Sí, con gafas de sol, para saber si tú me reconocerías bajo mi máscara de incógnito.
Entonces apareciste con tu camisa azul celeste. Te miré desafiante, luego hice como que no te había visto y te volví a mirar, a ver si me habías visto. Entonces sonreíste desde lejos y yo te respondí.
Luego estuve dándole vueltas. No sabía si estar enfadada porque mi capa de invisibilidad no funcionaba. Pero decidí ser feliz, porque con aquella máscara y desde la distancia me reconociste, sonreíste y yo te sonreí.