martes, 4 de septiembre de 2012

mi ventana

Miro por mi ventana. Anochece y no sé de dónde sale una dulce melodía, es pausada y es como si alguien tocase sin saber las teclas de un piano viejo. Sin embargo es bonita. No sé de dónde viene, pero no me importa. Quizás solo es mi corazón, quizás solo es mi melancolía. Quizás esas teclas pulsadas son lágrimas que caen una a una sobre mi duro corazón.

Miro por mi ventana. Anochece y veo a las gentes pasar. Todas van alegres, en grupos o en parejas. Son jóvenes. Quiero ser parte de ellos, pero estoy encerrada tras mi ventana como si nunca hubiera estado fuera. Quiero recordar que un día estuve fuera y reía. Mi vida no era gris, pero no lo recuerdo. Tampoco recuerdo qué hago aquí, ni cómo llegué. Pero no me importa.

Miro por mi ventana. Anochece y todo es gris. Miro como si pensara, como si reflexionara, pero todo está vacío en mi interior porque ya nada me importa.

Miro por mi ventana. Anochece. El otoño pronto volverá...

sábado, 1 de septiembre de 2012

una noche de septiembre


Siempre es difícil empezar una historia. Todas tienen un comienzo, por supuesto, pero esta historia es diferente si te la empiezo a contar una madrugada de marzo, una tarde de mayo o una noche de septiembre...

Una noche de septiembre la protagonista de este cuento sin hadas se sorprendería a sí misma llorando sobre un filete de pechuga sin razón aparente, pero sus razones son cientos. Se acaba de dar cuenta de que la única persona que escucharía sus lágrimas ha dejado de ser su principal motor para quedarse sentada en ese sofá siendo la mujer florero sin anillo.

Ya lo había decidido y ya no había vuelto atrás, pero eso tan solo fue una razón más para seguir llorando aquella noche de septiembre.