lunes, 30 de noviembre de 2015

A letter to my 20-something self from my 30-something self

So, 20-something me, what I want to tell you is, stop worrying, stressing, and obsessing about all the things you can’t control and start focusing on all the positives you have in your life. Sometimes it may seem like life isn’t going the way you’d hoped, but it will get better. I promise. And on the days life doesn’t go your way, take comfort in writing. Whether it’s scribbling in a journal or constructing books from idea to final draft, I have a feeling it will eventually become your pillar of hope and possibly a path towards a better future. Oh, and coffee. Learn to like it as it will help you sail through just about anything with confidence and enthusiasm.
30-something me

martes, 13 de octubre de 2015

Orlando y la literatura

Ahora estaba vestido con un traje gris de mañana, con una flor rosada en el ojal y guantes grises de piel de Suecia haciendo juego. Ella no salía de su asombro y él hizo otra gran reverencia, y le solicitó el honor de almorzar con él. La reverencia era quizás un tanto excesiva pero la imitación de buena crianza podía pasar. Lo siguió, azorada, a un espléndido restaurante, todo felpa roja, manteles blancos y aceiteras de plata, lo más diferente posible de la vieja taberna o casa de café con su piso enarenado, sus bancos de madera, sus tazones de ponche y chocolate, y sus salivaderas. A Orlando le costaba creer que fuera la misma persona. Tenía las uñas limpias; antes medían una pulgada. Tenía el mentón rasurado; antes asomaba una barba negra. Usaba gemelos de oro; antes las mangas en jirones se le metían en el caldo.

(...)

Orlando padeció un desencanto inexplicable. Todos esos años había imaginado que la literatura —sírvanle de disculpa su reclusión, su rango y su sexo— era algo libre como el viento, cálido como el fuego, veloz como el rayo: algo inestable, imprescindible y abrupto, y he aquí que la literatura era un señor de edad vestido de gris hablando de duquesas.

Orlando, Virginia Woolf

sábado, 22 de agosto de 2015

Una tarde de lluvia más

Y desde entonces no ha dejado de llover. Porque llovía aquella tarde cuando sujetaste el paraguas sobre mi cabeza para darme un beso fugaz antes de entrara en el metro. Llovía también aquella mañana cuando saliste de mi casa y te vi cruzar la esquina bajo la lluvia y llovió toda la tarde mientras me pasé horas y horas mirando la lluvia caer contra el cristal porque, aquella tarde, lo único que me quedó de ti fue un abrazo cálido y acogedor, y tu espalda mientras girabas la esquina.

Y hoy vuelve a llover sobre las calles de Madrid, mientras deambulo con los pies mojados sujetando un paraguas que me protege de la lluvia, pero no de los pensamientos que se agolpan en mi cabeza. y de eso no hay nada que me proteja. Y la lluvia lo trae, una y otra vez.

Mientras intento calentarme con un té, Gato me mira desde su atalaya en la ventana. Parpadea y vuelve a mirar por la ventana, con la mirada fija en lo que pasa fuera, en la gente que se moja y corre entre los paraguas, las capuchas levantadas y los pasos apresurados. Sé que su mirada es de indiferencia, que a él no le preocupa la lluvia, no le trae recuerdos de ti ni de nada que haya vivido en los días de lluvia.



Para él no llueve. A veces me gustaría ser como él, mirar con indiferencia sobre la ventana, sin que la lluvia y el vacío que has dejado me mojen y me enfríen los pies. Pero aunque la lluvia no recoge sus recuerdos, sé que por las mañanas, acercándose levemente a la puerta, sin quererse asomar, intenta atisbar con sus diminutos ojos lo que hay más allá, percibir un olor, una sensación que un día sea un recuerdo para poder evocarlo de nuevo.

Me pregunto si, con su cara pegada en el cristal, no le entrará la melancolía de una cierta tarde de sol que un día vio. Me pregunto si no sufre igual por algo que no ha conocido y si sería mi pena igual si nunca hubieses estado, si no me hubieses abrazado y dado besos delicados.

Si aquello no hubiese pasado, si me hubiese quedado observando desde el cristal, me pregunto si entonces dejará algún día de llover.

viernes, 27 de febrero de 2015

Volver al hogar

"No hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado para comprender cuánto has cambiado tú".

Nelson Mandela