lunes, 19 de septiembre de 2011

esperando una sensación

Esperaba con tanto ahínco e ilusión la llegada de aquel momento que la impaciencia de la espera lo eclipsó todo. 

Leyó la carta de papel azulado que acaba de llegar sin prestar atención a lo que había, con miedo de llegar a la última línea y descubrir en la última línea la decepción. Pero allí sólo estaba la alegría. Sonrió y gritó. Por fin lo había conseguido. Pero aquella sensación de liberación de la que todo el mundo le había hablado no estaba ahí. Entonces decidió seguir esperando un poquito más.

Salió a pasear, a liberar su mente de angustias y miedo que ya no tenían sentido para así dejar paso a la sensación de libertad. Y cuando llegó a casa se sentó en el sillón, frente a la ventana que le enseñaba el atardecer como si fuese un estreno de cine. El papel azul de la carta todavía estaba allí. Leyó las letras impresas de nuevo, esperando otra vez su sensación. Entonces se dio cuenta.

Se dio cuenta de que aquella sensación de libertad no era la sensación del fin. Era la sensación de un nuevo comienzo todavía más cargado de ilusión y nuevos proyectos. Aquella era su libertad, no saber que todo había acabado, sino que todo podía empezar.

Sin duda algo acababa, no volvería a andar por aquellos pasillos y aquellas calles, todas esas personas desaparecían de la noche a la mañana de su vida y con ellas todos los planes e ilusiones que un día improvisaron juntos. Pero aquella sensación no estaba ahí, sólo la felicidad de saber que todo empezaba de nuevo, con nuevos proyectos, nuevas ilusiones y nuevos planes y buenos momentos que improvisar.

Por fin ahí estaba, como el claro de un bosque, como la cima de na montaña, como un helado recién comprado: la sensación de libertad que da acabar con cuatro años de esfuerzo e ilusión.

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