"La señorita y la criada hacían muy buenas migas. Sin la compañía y los consejos de Saturna, la vida de Tristana habría sido intolerable. Charlaban trabajando y en los descansos charlaban todavía más. Refería la criada sucesos de su vida, pintándole el mundo y los hombres con sincero realismo, sin ennegrecer ni poetizar los cuadros; y la señorita, que apenas tenía pasado de contar, alzábase a los espacios del suponer y del presumir, armando castilletes de vida futura, como los juegos de la infancia con cuatro tejuelas y algunos montoncitos de tierra. Eran la historia y la poesía asociadas en feliz maridaje. Saturna enseñaba, la niña de don Lupe creaba, fundando sus atrevidos ideales en los hechos de la otra.
(...)
Y entre las mil cosas que aprendió Tristana en aquellos días, sin que nadie se las enseñara, aprendió también a disimular, a valerse de las ductilidades de la palabra, a poner en el mecanismo de la vida esos muelles que la hacen flexible, esos apagadores que ensordecen el ruido, esas desviaciones hábiles del movimiento rectilíneo, casi siempre peligroso. Era que don Lope, sin que ninguno de los dos se diese cuenta de ello, habíale hecho su discípula, y algunas ideas de las que con toda su lozanía florecían en la mente de la joven procedían del semillero de su amante y por fatalidad maestro. Hallábase Tristana en esa edad y sazón en que las ideas se pegan, en que ocurren los más graves contagios del vocabulario personal, de las maneras y hasta del carácter."
Tristana, Benito Pérez Galdós
No hay comentarios:
Publicar un comentario