Ctrl C + ctrl V;
Ctrl C + ctrl V; Ctrl C + ctrl V; Ctrl Z; Ctrl C + ctrl V; Ctrl C +
ctrl V; Ctrl C + ctrl V; Ctrl C + ctrl V; Ctrl C + ctrl V; Ctrl C +
ctrl V; Ctrl C + ctrl V; Ctrl C + ctrl V; Ctrl C + ctrl V; Ctrl Z;
Ctrl C + ctrl V; Ctrl C + ctrl V; Ctrl C + ctrl V; Ctrl Z; Ctrl C +
ctrl V; Ctrl C + ctrl V; Ctrl C + ctrl V; Ctrl C + ctrl V; Ctrl C +
ctrl V; Ctrl C + ctrl V; Ctrl C + ctrl V; Ctrl C + ctrl V; Ctrl Z;
Ctrl Z; Ctrl Z; Ctrl Z...
Aquella mañana
dediqué una hora de mi vida a maquetar los versos prefabricados de
un escritor de medio pelo con un buen enchufe en la editorial que me
daba de comer. Después de aquellos largos sesenta minutos, los
versos estaban bien encuadrados, con su formato y su anotación en
una bonita caja de texto. Respiré y guardé la labor. Por pura
paranoia mía volví a abrir el documento, solo para respirar una vez
más y comprobar que todo estaba en su lugar, tal y como yo lo había
guardado. No respiré. El texto estaba, pero no estaba su cuadro que
lo recogía verso a verso. Respiré y me armé de paciencia.
Una hora después y
millones de Ctrl C + ctrl V; Ctrl Z el texto estaba otra vez en su
lugar. Quise asegurarme de que no se perdiese y no vagase sin rumbo
por el limbo virtual al que van las cosas que no guardamos o que
eliminamos. Todo fue inútil, no se pegaba en otros documentos y no
podía guardarlo en otro formato. Reaccioné sin cavilar, y arranqué
el cable de su enchufe en la pared. Muerto el perro se acabó la
rabia, que dicen en mi pueblo. Contuve mis instintos más asesinos y
no lancé aquel aparato del demonio que llamaba ordenador por la
ventana, o contra la cabeza de mi jefe, o contra el suelo, o
golpearlo con el manuscrito, o con la silla o con... En fin, no
produje daño alguno a bicho.
Necesité otra hora
más para repetir mi labor. Dicen que no hay dos sin tres y que a la
tercera va la vencida, así que a la tercera tuve por fin el texto
maquetado, guardado y bien guardado. Aunque yo necesitaba un café y
tuve que salir urgentemente a la cafetería de la esquina. Me pedí
un café con leche y se me antojó un emparedado de jamon york y
queso, uno de esos que ahora llaman sandwich mixto, vaya usted a
saber por qué.
En resumen, aquella
mañana dediqué tres horas de mi vida a repetir la misma tarea.
Por la tarde yo
pensaba que las cosas irían mejor. Cuán grande sería mi sorpresa
al descubrir tras cuatro horas de trabajo, que llevaba dos
corrigiendo el texto bueno.
Decidí ir a por
chocolate, pero la máquina del pasillo se quedó conmigo y con 10
céntimos míos, así como si fuese una señal del destino que yo no
tomara chocolate... Así que me fui al kiosco de la esquina, en busca
de algo con lo que lavarme el cerebro. Me decidí por la glamur,
nada mejor que hojear un lavado instantáneo de neuronas.
En
portada una actriz irreconocible a causa del botox o del photoshop, o
quizás de ambos. Nunca me han gustado las personas de plástico,
menos si están más maquilladas que la capilla Sixtina.
En
la editorial, la directora de la revista hablándole a las mujeres
sin personalidad de lo fuertes y estoicas que deben ser ante la vida.
Al lado del texto, una foto de la susodicha. Paloma enorme de unos
50€ para disimular su enorme nariz en plan Rosi de Palma.
Interiormente le deseé suerte con esa técnica, que yo me hubiese
fijado en esa trompa de elefante no significaba que otros pudiesen
hacerlo.
Pasé
de hoja, ahí estaba de nuevo la directora. Con su chimenea
presidiendo el salón de su cara. Y sin pamela. Realmente, hay casos
en los que yo sí apoyaría lo de las operaciones estéticas para
reducir tocha, digo, nariz. Érase una vez una nariz a una directora
pegada...
Un
hojas más un artículo con foto de la redactora. ¡Dios mio, qué
espanto! ¿Guiña el ojo y pone morritos para disimular su poca
belleza? Lo peor de todo es que quizás sí funcione... Pero, ¿en
serio? ¿Qué es eso? ¿Masoquismo? Poner esas fotos al lado de
famosas de plástico y ordenador... O quizás una estrategia de
marketing (sea lo que sea el marketing) para demostrar cuán hermosas
son las famosillas...
Hacia
la mitad de la revista el horóscopo. Absténganse creyentes. Voy a
tener problemas amorosos pero éxitos de trabajo... ¡y solo por
haber nacido en cierto día! Qué potra... no me puedo creer que
todos los sagitario vayan a pasar por las mismas dificultades que yo.
Hoy me siento un poco más empática con el mundo. ¿Hasta ahí se
nota la ironía o sigo?
Por
cierto, ¿sabías que ojear una revista de moda durante más de diez
minutos produce depresión en las mujeres? ¿Sabías que la mayoría
de las estadísticas son falsas? ¿Sabías que el 68% de la población
sabe que las estadísticas son falsas? ¿Sabías que el 89% de la
población todavía cree en las estadísticas?
Cierro
la revista y me pregunto en qué porcentaje estoy yo. Llego a la
conclusión de que formo parte de ese 0,09% de margen de error en
cualquier estadística inventada.
Vuelvo
a casa y las noticias dicen que ha estallado la tercera guerra
mundial, no sé si por cuarta o quinta vez en la última década...
pero me da igual. Yo necesito dormir. Mañana será otro día.
Ctrl
G