Llevo meses, quizás años, alargando este momento, y lo peor de todo es que no lo he hecho por falta de tiempo o de ideas, sino por el único ahínco de empezar algo que siento que va a ser grande, o que al menos quiero que lo sea, de una manera grandiosa con palabras tan profundas como bellas.
Pero es una noche de verano, tras una gran tormenta, acurrucada en el sofá con una taza de té en las manos, mirando el libro que estás leyendo, cuando te das cuenta de que lo grande siempre ha sido pequeño desde un principio y que del pensamiento más simple saldrá el más complejo. Y que quizás esa es la mejor noche para empezar...
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