jueves, 19 de agosto de 2010

Toy Story 3


Segundas partes nunca fueron buenas y cuando se trata de Disney coge aire y las terceras mejor ni mentarlas. Por eso cuando me enteré de que la saga de Buddy tenía una tercera entrega maldije el empeño de Disney por alargar innecesariamente sus grandes éxitos a falta de ideas mejores. La vi igualmente, a pesar de los pesares, no podía resistirme a los encantos de un vaquero, pero eso sí, con pocas esperanzas, dispuesta a pasar un buen momento, pero también consciente de que esos sólo saldrían de tres o cuatro escenas.
Ahora bien, errar es humano y rectificar es de sabios. Me encantó. Sé que veré mil veces la escena inicial con un Maléfico Señor Patata que junto a su perro salchicha con campo electromagnético no se lo ponía nada fácil al vaquero, que a pesar de tener un super dinosaurio devorador de chuchos electromagnéticos necesitaba a su incansable Buzz Ligthyear. Primera sonrisa a favor de la imaginación de un niño incapaz de separarse de sus juguetes.
Sin embargo, el tiempo pasa, los niños crecen, tienen que ir a la Universidad y las madres (vaya usted a saber por qué) se empeñan en vaciar el cuarto y tirar absolutamente todo, todo, todo lo que no esté en el desván. Obviamente, los juguetes con los que lleva años sin jugar van a ir al desván, menos Buddy, el elegido para universitario. No hubiera habido más problema si Andy no hubiera tenido la genial idea de meterlos en una bolsa de basura y la madre, sin mirar qué había en la bolsa, la tiró sin más. Los juguetes, al verse en la basura se escapan y deciden que lo mejor para ellos es la guardería y no saldrán de su empeño por mucho que Buddy intente convercerlos de que Andy los quiere en el desván, así es Buddy, líder innato, incansable aliado de su dueño y mejor amigo.
Acabamos así en una alegre y bonita guardería donde los juguetes están encantado, excepto Buddy, fiel a Andy inicia su huida y acaba en manos de una niña que lo adopta como nuevo juguete. Mientras tanto, en la guardería las cosas no son como parecen y ese lugar tan alegre y bonito está dominado por un dictador mafioso con olor a fresa, un oso amoroso menos amoroso de lo normal. Es el momento en el que el nuestro extraordinario grupo de juguetes se da cuenta de que Andy sí los quiere, una vez más Buddy tiene razón. Sólo queda ponerse manos a la obra para volver a las manos de Andy antes de que se vaya a la universidad.
Nadie duda de que lo conseguirán, aunque las cosas no se las van a poner nada fácil, ni a los juguetes ni a los espectadores que nos dejan con el alma en vilo. Cómo lograrán salir de tantos apuros, os invito a descubrirlo, merece la pena.
Aunque nos faltan grandes personajes de Toy Story, como los prismáticos, el coche de carreras o la pastora, nos regalan muchos otros que merecen una mención, como Barbie que aunque parece tontita a primera vista y en seguida corre a los brazos de Ken, nos demuestra que de tonta no tiene un pelo y no dudará ni un momento en ponerle a su Ken - un metrosexual empecinado en no ser juguete para niñas - las cosas bien claras y en su sitio.
Cuando finalmente llegan a casa Disney nos ofrece una escena final digna de una saga como la que tenemos entre manos, en la que Disney nos muestra una madurez en personajes y juguetes que casi nunca supo tener haciendo una gran guiño a los niños de 20 años que crecimos con Toy Story y como a Andy nos toca decirles "hasta luego" y seguir nuestro camino. Al igual que a Andy, Disney nos ha dado de nuevo nuestra oportunidad de divertirnos y recordar con dulzura nuestra más tierna e imaginativa infancia rodeados de juguetes para que no olvidemos nunca de que aunque ahora estén haciendo felices a otros niños, nuestro juguetes nos hicieron los más felices un día y merecen el trato de los grandes amigos.
Sirva pues esta entrada como despedida y agradecimiento a todos los juguetes que jugaron con nosotros, crecieron con nosotros, comieron con nosotros, vinieron a la escuela con nosotros e invadieron nuestra cama a la hora de dormir siempre con una sonrisa en su rostro. Gracias por enseñarnos a madurar.
Y gracias también a Disney por no destrozar mi película favorita y tan sólo hacer que la recuerde con aún más cariño.

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