Odio las noches. Bueno, odio algunas noches. Esas noches de fin de semana en las que no tienes nada que hacer y no hay nadie a tu alrededor para saciar las ansias de un abrazo y de una mano acariciando tu pelo. Esas noches en las que sólo aparecen canciones llenas de melancolía haciéndote recordar que, como cualquier otro mortal, tú también necesitas caricias en el cuello.
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