Sonrió. Llevaba meses esperando a que llegara aquel día. Esperaba el otoño como quien espera los regalos de Navidad.
Se levantaba y miraba por la ventana al cielo azul. Después bajaba los ojos hacia la verde hierba. Guardaba la chaqueta verde en el armario y contaba las horas que faltaban para ir a dormir.
Al llegar la medianoche abría las persianas, sacaba la chaqueta verde y la planchaba con cuidado. La dejaba sobre el respaldo de la silla a los pies de la cama, por si acaso al día siguiente el otoño llegaba sin avisar.
Hasta que un día llegó, como llegan los regalos de Navidad. Al mirar por la ventana ahí estaba, cielo gris otra vez. Bajó los ojos hacia la verde hierba y ahí estaba también, como si un duendecillo hubiese colocado ahí aquella hoja marrón delicadamente sobre la hierba.
Sonrió. Cogió su chaqueta verde y se la puso mientras bajaba a saltos las escaleras que la separaban de la calle. Sonreía.
Al entrar en la estación compró un café para llevar.
Esperaba en el andén la llegada de un tren, con su chaqueta verde y un café, conteniendo la emoción de salir corriendo a abrazar a alguien que quieres mucho y hace tiempo que no ves.
Esperaba en el andén, chaqueta verde y un café, porque sabía que el otoño llegaba en ese tren.
Esperaba en el andén,
chaqueta verde y un café,
porque sabía que él
llegaba en ese tren.
Esperaba en el andén,
chaqueta verde y un café,
porque sabía que él
llegaba en ese tren.