Y de repente irrumpes de nuevo en mi vida. Apareces otra vez como si nunca te hubieses ido. Como si todos estos años hubiesen sido a penas unos días de una semana que todavía no ha acabado. Me haces volver a creer en todo lo que fuimos. Vuelves a llenar mis listas de llamadas y de mensajes mi buzón. Por un segundo vuelvo a creer que antes de dormir tu último pensamiento soy yo. Vuelvo a sentir como si pudiéramos estar juntos para siempre, luchando juntos contra el mundo. Como si pudiera cerrar los ojos, soplar esa pestaña, abrirlos y ver que sigues siendo real.
jueves, 13 de diciembre de 2012
martes, 11 de diciembre de 2012
los duendecillos y las parcas
La vida
está compuesta de pequeñas bromas. Cada día estoy más convencida
de que en algún lugar del remoto universo un duendecillo corretea
entre los hilos que cuidadosamente tejen las tres parcas. Ellas no
saben lo que están tejiendo, tan solo tricotan, una y otra vez,
sonando sus agujas igual que suenan ahora las teclas de mi máquina
de escribir. Tejiendo hilos sin sentido, tan solo impulsadas por la
fuerza de algo que no puedes dejar de hacer porque hace tanto que lo
haces que no hay fuerza en el mundo capaz de pararte, aunque ya
no seas consciente de lo que tienes entre las manos. Míralas, tres
viejecitas decrépitas, con la cabeza ladeada, los ojos semicerrados
y conteniendo cada uno de sus suspiros no pueden dejar de mover sus
endebles bracitos y las agujas que se encuentran al final de estos.
Los hilos salen de entre sus dedos, nuevos y brillantes, pero
enseguida se mezclan con el polvo acumulado de años en el suelo. En
ese mismo suelo se encuentran unos pequeños seres, delgaduchos o
regordetes, pero siempre saltarines. Enredan hilos, desenredan
madejas, cortan hebras. Se esconden entre los ovillos, se lanzan los
flecos que sobran. Parecen sumidos en inocentes juegos, ellos saben
perfectamente que sus danzas entre los pies de las parcas están
cambiando nuestras vidas.
Un hilo de oro, John Melhuish Strudwick |
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