martes, 11 de diciembre de 2012

los duendecillos y las parcas


La vida está compuesta de pequeñas bromas. Cada día estoy más convencida de que en algún lugar del remoto universo un duendecillo corretea entre los hilos que cuidadosamente tejen las tres parcas. Ellas no saben lo que están tejiendo, tan solo tricotan, una y otra vez, sonando sus agujas igual que suenan ahora las teclas de mi máquina de escribir. Tejiendo hilos sin sentido, tan solo impulsadas por la fuerza de algo que no puedes dejar de hacer porque hace tanto que lo haces que no hay fuerza en el mundo capaz de pararte, aunque ya no seas consciente de lo que tienes entre las manos. Míralas, tres viejecitas decrépitas, con la cabeza ladeada, los ojos semicerrados y conteniendo cada uno de sus suspiros no pueden dejar de mover sus endebles bracitos y las agujas que se encuentran al final de estos. Los hilos salen de entre sus dedos, nuevos y brillantes, pero enseguida se mezclan con el polvo acumulado de años en el suelo. En ese mismo suelo se encuentran unos pequeños seres, delgaduchos o regordetes, pero siempre saltarines. Enredan hilos, desenredan madejas, cortan hebras. Se esconden entre los ovillos, se lanzan los flecos que sobran. Parecen sumidos en inocentes juegos, ellos saben perfectamente que sus danzas entre los pies de las parcas están cambiando nuestras vidas.

Un hilo de oro, John Melhuish Strudwick

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