Se está bien entre asesinos.
domingo, 22 de agosto de 2010
Tiempo
Mi misión es matar el tiempo y la de éste matarme a su vez.
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viernes, 20 de agosto de 2010
una pequeña parte del mundo...
A los 15 supe toda la verdad, que yo nací para volar.
A los 18 éramos extraños, dos pibes locos de par en par,
luego fue la fiebre de los 20 años, romper con todo...
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jueves, 19 de agosto de 2010
Toy Story 3
Segundas partes nunca fueron buenas y cuando se trata de Disney coge aire y las terceras mejor ni mentarlas. Por eso cuando me enteré de que la saga de Buddy tenía una tercera entrega maldije el empeño de Disney por alargar innecesariamente sus grandes éxitos a falta de ideas mejores. La vi igualmente, a pesar de los pesares, no podía resistirme a los encantos de un vaquero, pero eso sí, con pocas esperanzas, dispuesta a pasar un buen momento, pero también consciente de que esos sólo saldrían de tres o cuatro escenas.
Ahora bien, errar es humano y rectificar es de sabios. Me encantó. Sé que veré mil veces la escena inicial con un Maléfico Señor Patata que junto a su perro salchicha con campo electromagnético no se lo ponía nada fácil al vaquero, que a pesar de tener un super dinosaurio devorador de chuchos electromagnéticos necesitaba a su incansable Buzz Ligthyear. Primera sonrisa a favor de la imaginación de un niño incapaz de separarse de sus juguetes.
Sin embargo, el tiempo pasa, los niños crecen, tienen que ir a la Universidad y las madres (vaya usted a saber por qué) se empeñan en vaciar el cuarto y tirar absolutamente todo, todo, todo lo que no esté en el desván. Obviamente, los juguetes con los que lleva años sin jugar van a ir al desván, menos Buddy, el elegido para universitario. No hubiera habido más problema si Andy no hubiera tenido la genial idea de meterlos en una bolsa de basura y la madre, sin mirar qué había en la bolsa, la tiró sin más. Los juguetes, al verse en la basura se escapan y deciden que lo mejor para ellos es la guardería y no saldrán de su empeño por mucho que Buddy intente convercerlos de que Andy los quiere en el desván, así es Buddy, líder innato, incansable aliado de su dueño y mejor amigo.
Acabamos así en una alegre y bonita guardería donde los juguetes están encantado, excepto Buddy, fiel a Andy inicia su huida y acaba en manos de una niña que lo adopta como nuevo juguete. Mientras tanto, en la guardería las cosas no son como parecen y ese lugar tan alegre y bonito está dominado por un dictador mafioso con olor a fresa, un oso amoroso menos amoroso de lo normal. Es el momento en el que el nuestro extraordinario grupo de juguetes se da cuenta de que Andy sí los quiere, una vez más Buddy tiene razón. Sólo queda ponerse manos a la obra para volver a las manos de Andy antes de que se vaya a la universidad.
Nadie duda de que lo conseguirán, aunque las cosas no se las van a poner nada fácil, ni a los juguetes ni a los espectadores que nos dejan con el alma en vilo. Cómo lograrán salir de tantos apuros, os invito a descubrirlo, merece la pena.
Aunque nos faltan grandes personajes de Toy Story, como los prismáticos, el coche de carreras o la pastora, nos regalan muchos otros que merecen una mención, como Barbie que aunque parece tontita a primera vista y en seguida corre a los brazos de Ken, nos demuestra que de tonta no tiene un pelo y no dudará ni un momento en ponerle a su Ken - un metrosexual empecinado en no ser juguete para niñas - las cosas bien claras y en su sitio.
Cuando finalmente llegan a casa Disney nos ofrece una escena final digna de una saga como la que tenemos entre manos, en la que Disney nos muestra una madurez en personajes y juguetes que casi nunca supo tener haciendo una gran guiño a los niños de 20 años que crecimos con Toy Story y como a Andy nos toca decirles "hasta luego" y seguir nuestro camino. Al igual que a Andy, Disney nos ha dado de nuevo nuestra oportunidad de divertirnos y recordar con dulzura nuestra más tierna e imaginativa infancia rodeados de juguetes para que no olvidemos nunca de que aunque ahora estén haciendo felices a otros niños, nuestro juguetes nos hicieron los más felices un día y merecen el trato de los grandes amigos.
Sirva pues esta entrada como despedida y agradecimiento a todos los juguetes que jugaron con nosotros, crecieron con nosotros, comieron con nosotros, vinieron a la escuela con nosotros e invadieron nuestra cama a la hora de dormir siempre con una sonrisa en su rostro. Gracias por enseñarnos a madurar.
Y gracias también a Disney por no destrozar mi película favorita y tan sólo hacer que la recuerde con aún más cariño.
martes, 17 de agosto de 2010
Por favor...
"Por favor... por favor... - suplicó casi de rodillas con lágrimas en todo su cuerpo.- por favor, nunca me lo digas... nunca me digas la verdad."
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Lo que dejamos atrás
Recibiré postales del extranjero,
tiernas y ajadas, besos, recuerdos
¿cómo están todos? Te echo de menos.
Cómo pasa el tiempo.
Seremos otros, seremos más viejos
y cuando por fin me observe en tu espejo,
espero al menos que me reconozca,
me recuerde al que soy ahora.
Aquellas manos, aquella mujer,
aquel invierno no paraba de llover,
perdona que llegue tan tarde,
espero saber compensarte.
Estás tan bonita, te invito a un café,
la tarde es nuestra, desnúdame.
Tras el relámpago te decía: "Siempre
recogeré las flores en tu vientre",
Otro hombre dormirá contigo,
y dará nombre a tus hijos.
Ven, acércate a mí,
deja que te vea,
que otras primaveras
te han de llevar lejos de mí.
Vértigo, que el mundo pare,
que corto se me hace el viaje.
¿Me escuchas, me buscarás,
cuando me pierda
y no señale el norte
la estrella polar?
- Caleidoscopio-
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domingo, 15 de agosto de 2010
Entre mis miedos y mis sueños
Se llama adolescencia. No es algo malo, quizás es una de las mejores cosas que te puedan pasar. Sentir que no encajas, que este royo no va contigo, que todos te odian, sentir la soledad... es lo mejor para hacerse fuerte, madurar y aceptarse a uno mismo. Somos lo que somos gracias a cómo nos comportamos en este periodo: unos salen fuertes, otros se debilitan y se agarran a él para siempre. El único modo de salir es un golpe.
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viernes, 13 de agosto de 2010
Cosas y momentos
La vida se compone de momentos. Hay una cosa para cada momento y un momento para cada cosa. Pero también hay momentos en los que no podemos evitar echar la vista atrás y revolver entre los trapos más descosidos y doloridos del pasado e, inevitablemente, ponernos a destruir lo poco de bueno que pudo haber y culpar, siempre culpar a alguien más. Sin embargo, todo tiene su momento y en esas noches de flaqueza sólo puedes llegar a dormir si guardas esa foto, apagas esa canción y te autoconvences de que la vida se compone de momentos y de que hay un momento para cosa, de este modo, las cosas que no han pasado simplemente esperan su momento, ese que quizás nunca tendrán.
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Cualquier comienzo, es un buen comienzo
Llevo meses, quizás años, alargando este momento, y lo peor de todo es que no lo he hecho por falta de tiempo o de ideas, sino por el único ahínco de empezar algo que siento que va a ser grande, o que al menos quiero que lo sea, de una manera grandiosa con palabras tan profundas como bellas.
Pero es una noche de verano, tras una gran tormenta, acurrucada en el sofá con una taza de té en las manos, mirando el libro que estás leyendo, cuando te das cuenta de que lo grande siempre ha sido pequeño desde un principio y que del pensamiento más simple saldrá el más complejo. Y que quizás esa es la mejor noche para empezar...
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